domingo, 18 de marzo de 2012

Un lavado de cara

Estamos en Cuaresma, para los cristianos un tiempo excelente de reflexión y conversión, de volver sobre nosotros mismos, de re-enfocar cómo y por qué hacemos las cosas. Vivimos en la sociedad del ruido, siempre hay música, noticias, ruido, conversaciones ajenas, que escuchar, pero ?cuándo nos escuchamos a nosotros mismos? ¿Por qué no dejamos hablar a nuestra conciencia? ¿Tal vez es por que tenemos miedo de enfrentarnos a lo que tenemos que cambiar?
Convertirse en reflexionar y hacer algo al respecto. No conformarnos con lo que ya somos. La diferencia entre la juventud y la ancianidad es que la primera vive de los proyectos y la segunda de los recuerdos. No tiene que ver con el edad física, sino con la mental. En mi adolescencia leí un diario, escrito por una adolescente escondida de la persecución nazi. Quizá nos ayude a evitar esa extraña compasión que sentimos de nosotros mismos, que no conduce más que a la indolencia.
 "Honestamente, yo no puedo imaginar como alguien puede decir: "soy débil" y permanecer así. Después de todo, si lo sabes, ¿por qué no luchar contra ello, porqué no intentar entrenar a tu carácter? La respuesta será: "Porque es mucho más fácil no hacerlo" Esta respuesta me descorazona. ¿Fácil? ¿Eso significa que una vida perezosa y mediocre es una vida fácil? No, eso no puede ser verdad, no debe ser verdad, que la gente puede ser tan fácilmente tentada por la flojera o por el dinero" (A. Frank, Diario de Ana Frank, 1944,)
 ¿Qué mejor medio para la conversión que reconocer que hacemos mal las cosas y pedir perdón por ello? ¿Cómo podemos mejorar si pensamos que todo va bien?  Reconocer el error es el primer paso para solventarlo. Después, acudir a quien tiene capacidad para resolver el problema, para lavar la herida. El sacramento de la confesión es un medio excelente para ello. No es una terapia, sino un encuentro personal con Jesús, que puede perdonarnos porque es Dios, y porque es Dios es también un padre que lleva quizá años aguardando nuestro arrepentimiento.
Lávate la cara, acude al perdón, encontrarás alegría.

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