domingo, 28 de octubre de 2012

Rescatar a las personas

Esta semana en Valencia hemos puesto rostro y nombre a la desesperación de tantas personas que están perdiendo su hogar por la asfixia económica. La pérdida del trabajo o el cierre de una pequeña empresa lleva aparejadas muchas situaciones de sufrimiento; el desahucio de la vivienda resulta una de las más drásticas. A mi modo de ver, la llamada "economía del ladrillo" tiene múltiples aspectos criticables, desde el punto de vista meramente técnico, al primar la especulación sobre la innovación, el beneficio a corto plazo sobre el desarrollo sostenible, la venta de terreno sobre la venta de bienes e ideas. Una de las cosas más nefastas de esa economía especulativa ha sido precisamente que se basara en especular con un  bien de primera necesidad (una vivienda). En mi opinión, cualquier especulación es desdeñable, pues implica una cultura empresarial bastante mediocre: comprar, esperar a que suba el valor, vender. Ciertamente, no es fácil saber comprar bien y vender a tiempo, pero a mi personalmente me resultan muy poco honorables los que amasan grandes fortunas a base de especular, sea en el sector que sea. Prefiero que Amancio Ortega sea el hombre más rico de España vendiendo ropa que jugando en bolsa, si además de vez en cuando es generoso con sus ganancias, y las distribuye socialmente, mejor que mejor.
En la cúspide de la economía especuladora han estado desgraciadamente los bancos, muchos de los cuales se han dejado llevar de plannificación miope para acumular grandes ganancias, que ahora se tornan en agujeros insostenibles. Ante el asombro de casi todos se nos recomienda ahora participar en sus pérdidas, cuando en tiempos de bonanza esos pingues beneficios se repartían solo entre los accionistas. Se dice que la banca es imprescindible para el funcionamiento de la economía; tal vez sea así, pero no podemos perder de vista que lo realmente imprescindible son las personas: la economía debería servir para hacer a las personas más felices, para contribuir a solventar sus necesidades básicas, o aquellas que le dignifican como ser humano. La banca es un instrumento para la economía, pero la economía es un instrumento para las personas. Si es preciso rescatar a la banca, hágase, pero no a costa de las personas; así no podemos alumbrar una economía verdaderamente sólida, inmunizada contra futuras crisis. Construyamos una economía distinta, donde los seres humanos sean prioritarios, su familia, su alimentación, su educación, su vivienda, su salud... Con los 60.000 millones de € que se anuncian inyectar a la banca, ¿se imaginan la cantidad de problemas humanos que podríamos resolver? ¿Cuántos desahucios podríamos evitar? ¿Cuántas mejoras en la educación, la sanidad, la innovación industrial, el comercio justo podríamos promover?

domingo, 21 de octubre de 2012

El año de la fe


El día 11 de Octubre se ha iniciado el "Año de la Fe", así declarado por Benedicto XVI para conmemorar el 50º aniversario del inicio del concilio Vaticano II y el 20º de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica. El Papa quiere que este año sirva para que todos los católicos profundicemos más en nuestro conocimiento y vivencia de nuestra fe, así como en la alegría de comunicarla a los demás. Como nos decía Benedicto XVI al inicio de su Pontificado, "Nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos, por el Evangelio, por Cristo. Nada más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con él". 
Siguiendo el aforismo clásico, nadie da lo que no tiene. Para comunicar la fe, es preciso tenerla y conocerla. Vivimos en un país histórica y culturalmente católico, pero ¿conocemos realmente el cristianismo?, ¿podemos dar argumentos convincentes en el entorno que nos movemos?, ¿transmitimos a los demás las razones de nuestra esperanza?
Comentaba esta semana el obispo de San Sebastián, que casi la mitad de los jóvenes españoles no conocen la figura de Jesucristo. Seguramente se refería no a que desconocieran su existencia histórica, sino más bien a que desconocieran su mensaje. Parece poco probable que los jóvenes españoles no hayan oído hablar nunca de Jesús, quizá con la debacle educativa que vivimos puede ocurrir esto, pero será una proporción reducida. Lo que sí parece muy extendida es la indiferencia hacia la figura de Jesucristo, reducido a una especie de sabio de la antiguedad, pero con poco impacto en la existencia diaria de cada uno.
El año de la fe es una magnífica oportunidad para que los creyentes conozcamos mejor a Jesús, su historia narrada en los Evangelios, su Iglesia, su Mensaje, continuado por el testimonio de sus apóstoles y primeros discípulos, y que ha llegado a nosotros por transmisión oral y escrita a lo largo de una cadena ininterrumpida de testigos de la fe. Tendremos en este año muchas oportunidades de reflexionar juntos sobre la Fe, sus contenidos y sus implicaciones en nuestra vida. Por el momento, me quedo con dos calificativos, que me parecen claves para entenderla y comunicarla:
1. La Fe es razonable, no solo se opone a la inteligencia sino que la subraya. "Creo para entender", decía San Agustín. La fe no es creer en lo absurdo, ni en lo que no puede demostrarse, ni en lo que no sabemos todavía. Eso es una caricatura. La Fe es confianza en Alguien que nos habla. 
2. La Fe es alegre. La fe llena el corazón, porque da sentido a nuestra vida, y eso permite enfocarla con una nueva perspectiva. Como nos decía Benedicto XVI en Madrid, hace poco más de un año, en el marco de la JMJ: "La fe no es la simple aceptación de unas verdades abstractas, sino una relación íntima con Cristo que nos lleva a abrir nuestro corazón a este misterio de amor y a vivir como personas que se saben amadas por Dios". No somos fruto de la casualidad, sino del Amor de un Dios personal que vela por nosotros.

domingo, 14 de octubre de 2012

Católicos tradicionalistas

Ayer estaba preparando unas clases que voy a impartir en el marco del año de la fe. Buscaba en internet una referencia a una encíclica de San Pio X, y me saltó en Google un blog de una Fundación denominada San Vicente Ferrer, de la que no había oído hablar. Como siempre resulta de interés saber cosas nuevas sobre el dominico valenciano, me entretuve unos minutos leyendo el citado blog. Ante mi sorpresa, encontré que se trataba de una asociación católica tradicionalista, que por amor a la Tradición ha acabado separándose de la Tradición Católica. Indican en su página que: "El fin principal de la Fundación es luchar por la preservación de la fe tridentina, contra las herejías del Vaticano II y la busqueda de la unidad entre sacerdotes y obispos que conservan la Fe de la Santa Madre Iglesia contenida en los Concilios anteriores al Vaticano II, y la elección de un Papa válido". ¡Nada más y nada menos que consideran al Concilio Vaticano II como herético y a Benedicto XVI como un papa ilegítimo!
Resulta lamentable que en el mundo actual, donde el Cristianismo se bate en mil frentes con la mentalidad agnóstica que intenta ahogar la cultura contemporánea, existan rupturas internas. Personas seguramente muy convencidas de su fe, piadosas, que deciden corregir a la Iglesia creando su propia versión del catolicismo, arrogandose la intepretación en exclusiva del deseo de Jesucristo. No es la primera vez en la Historia que se desgajan ramas de la Iglesia, grupos que convencidos de su propia

domingo, 7 de octubre de 2012

Un matrimonio para siempre

Hace unos años, cuando se estaba discutiendo en nuestro país la conveniencia de autorizar el matrimonio entre homosexuales, lei en la prensa un comentario de uno de sus fervientes partidarios, que se iniciaba más o menos así: "Al igual que ya nadie en España discute sobre la conveniencia del divorcio...". Como occurre frecuentemente entre los fervientes partidarios de algo, tienden a menospreciar o directamente a ignorar a las personas que piensan de otro modo. Siento disentir de ese sesudo comentarista, pero a mi me parece que somos muchos los que pensamos que extender la cultura del divorcio ha tenido efectos devastadores, no sólo en la estabilidad familiar -que salta a la vista- sino también en otros muchos aspectos sociales, desde la educación (en términos generales, los niños que conviven con su padre y su madre tienen mejores rendimientos que con uno solo) hasta la vivienda (dos casas por cónyuge en lugar de una por matrimonio), o el desequilibrio económico de quienes tienen que mantener dos familias en lugar de una.
Me venía esto a la cabeza esta mañana cuando en Misa hemos escuchado el Evangelio del día. Corresponde a uno de los pasajes en el que Jesús declara con toda nitidez que el matrimonio cristiano es uno e indisoluble. Los judíos del siglo I - como los de ahora- están divididos en varias corrientes que interpretan de manera más o menos estricta los preceptos de la ley mosaica. En este caso preguntan a Jesús si repudiar a la propia mujer requería razones muy estrictas o podía hacerse con mayor liberalidad: -"Se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: "¿Puede el marido repudiar a la mujer?". El les respondió: ¿Qué os prescribió Moisés?". Ellos le dijeron: