domingo, 25 de noviembre de 2012

El sentido del dolor

Me ha escrito estos días un buen amigo re-enviándome una noticia aparecida en el boletín de su parroquia. Se refiere a un figura pública muy conocida, Alfonso del Corral, jugador de baloncesto primero, médico deportivo después, ligado por muchos años al Real Madrid. Creo que es mejor ver directamente su testimonio para saber cómo un padre puede encarar la muerte de un hijo de seis años, y lo que supone eso para la vida de una padre joven: o la desesperación o el fortalecimiento en una fe que antes parecía difusa.
Sus palabras indican la calidad humana de quien muchos conocíamos solo como un jugador excelente y una buena persona: Alfonso del Corral también es un cristiano convencido, que ancló su fe en el dolor más profundo. Te recomiendo que veas su testimonio, o leas un resumen aquí.
La historia personal de Alfonso del Corral es la experiencia de muchas otras personas a las que el dolor les hace madurar. Ciertamente la existencia del dolor, de la muerte, del sacrificio escandaliza a muchos. ¿Dónde está Dios cuando ocurre el mal? ¿Dónde está cuando sufre el inocente, cuando afecta la enfermedad o el dolor a quienes más queremos? El dolor escandaliza, como escandalizó la muerte de Jesús, en la Cruz, a quienes no comprendieron lo que significaba. Para una persona sin fe, el dolor es incomprensible: sólo cabe desesperarse o aceptarlo estoicamente, como algo que ocurre, sin ningún significado. Pero para una persona con fe, el dolor transforma, los hace mejores. Como decía Lewis, el dolor es el altavoz que usa Dios para hacernos saber que somos humanos. Pero nosotros somos cristianos, creemos en un Dios que ha muerto en una Cruz. Así todo cambia. Como nos dijo Benedicto XVI en su visita a la Fundación Instituto San José, en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud del pasado año, "...Desde que el Hijo de Dios quiso abrazar libremente el dolor y la muerte, la imagen de Dios se nos ofrece también en el rostro de quien padece". Si ante una persona que sufre, estamos convencidos de que es Jesús quien sufre en ella, de alguna manera ese dolor se asocia al dolor de Jesús, que siempre está acompañándola. Pero el dolor de Jesús no es la respuesta defnitiva, luego hubo Resurrección; el dolor no es el fin de todo, fue un medio para conquistar la Alegría definitiva.

domingo, 18 de noviembre de 2012

No es país para viejos

Hace unos días conversaba con un vecino que trabaja en AENA. Me comentaba que están en medio de un proceso de masiva reducción de empleados, parece que como consecuencia de la situación económica y las pésimas inversiones -muchas de contenido político- que se hicieron hace unos años, consiguiendo casi quebrar una empresa pública que antes resultaba muy rentable. Lo que más me llamó la atención de su relato fue que el único criterio que ha elegido la empresa para reducir personal es la edad de sus trabajadores. Parece que no importa si el puesto de trabajo es más o menos relevante, si la persona ha demostrado o no profesionalidad en su puesto, si ha contribuido o no a expandir la empresa en el pasado... el único criterio es haber cumplido una cierta edad. Tras esa medida entiendo que se esconde más bien la posibilidad de conseguir jubilaciones anticipadas, abaratando así lo que de otro modo serían despidos improcedentes. No obstante, el relato de mi amigo me ha dado que pensar estos días, pues me parece fruto de una tendencia más profunda en la sociedad actual, que no aprecia los valores de quienes nos han precedido. Parece que éste no es un país para viejos, como titulaban una de sus más conocidas películas los hermanos Coen. Una sociedad que no valora la experiencia es una socieda enferma. La sabiduría de cualquier pueblo se manifiesta en sus mayores. Un pueblo necesita juventud, vitalidad, renovación, sí, pero ¿a dónde va la vitalidad si no se conduce desde la sabiduría? Va rápido, pero a ningún sitio. Por otra parte, el mensaje de fondo no puede ser  más desalentador para quien se encuentra en sus cuarenta: da igual lo que hagas, cuando tengas 55 años te van a prejubilar o a despedir, simplemente porque tienes esa edad. Parece que explícitamente el argumento sólo es económico, pero a mi modo de ver las cosas son más profundas.
En la familia reducida a que parece conducirnos la masificación urbana, y por qué no decirlo también el egoísmo generacional, los abuelos pintan poco. ¿Quién cuenta entonces las historias de la familia? ¿Quién dirá a los niños cómo eran sus padres de pequeños, cuáles fueron sus trastadas, cuáles sus ilusiones, sus esperanzas? Si en el terreno familiar, la marginación de los mayores es un hecho lamentable, en el terreno profesional, la pérdida se va a sentir muy particularmente en aquellos sectores más ligados a las relaciones humanas. Seguramente de redes sociales sabe más alquien de 30 que de 60 años, pero no de trato humano: los seres humanos necesitan tiempo para refinarse.
Por contraste con todo esto, me parece muy emotiva la visita que Benedicto XVI, un anciano encantador, hizo a otros ancianos en su visita pastoral a la Comunidad de San Egidio en Roma, donde se atienden personas mayores que vivían en condiciones precarias. Les decía el Papa: "Vengo entre vosotros como obispo de Roma, pero también como anciano que visita a sus coetáneos. Es superfluo decir que conozco bien las dificultades, los problemas y los límites de esta edad, y sé que estas dificultades, para muchos, se agravan con la crisis económica. A veces, a una cierta edad, a veces uno mira al pasado, añorando cuando era joven, cuando tenía energías frescas, cuando tenía proyectos de futuro. De ese modo, a veces, la mirada se tiñe de tristeza, considerando esta época de la vida como el tiempo del ocaso. Esta mañana, dirigiéndome idealmente a todos los ancianos, aun siendo consciente de las dificultades que comporta nuestra edad, querría deciros con profunda convicción: ¡ser anciano es hermoso! En toda edad hay que saber descubrir la presencia y la bendición del Señor y las riquezas que contiene. ¡Nunca debemos dejar que la tristeza nos aprisione! Hemos recibido el don de una vida larga. Vivir es hermoso también a nuestra edad, a pesar de algún "achaque" y de alguna limitación. Que siempre haya en nuestro rostro la alegría de sentirnos amados por Dios, y no la tristeza". Son las palabras de fe de un anciano lleno de vitalidad, porque está lleno de Dios. El Papa les recordaba también que "nadie puede vivir solo y sin ayuda; el ser humano es relacional", y acababa agradeciendo a los jóvenes que atienden a esos ancianos, que comparten con ellos su tiempo para enriquecerse mutuamente, mostrándose como un ejemplo vivo del amor de Dios a todos y cada uno, independientemente de su edad, de su estado físico, porque Dios, como buen padre y madre, sabe querer a cada uno como es, con las condiciones concretas que en un momento y lugar determinado de su historia tiene

domingo, 11 de noviembre de 2012

La obra inacabada

La costa de Benidorm
Estuve el pasado miércoles en Alicante, en un tribunal de una tesis doctoral que allí se leía, por cierto de muy buena calidad. El taxista que me llevaba a la Universidad desde la estación del tren, me comentó el gran impacto que la actual crisis económica había supuesto en esa región, especialmente relacionada con la construcción y todas las industrias auxiliares. Precisamente la tesis incluía algunos datos sobre el área de Benidorm, uno de los ejemplos paradigmáticos de lo que supuesto el turismo en nuestro litoral, que ha pasado de ser un pequeño núcleo de pescadores a una ciudad cercana a los 80.000 habitanes, con hoteles de más de 50  plantas. Todo ese boom parece que ahora se tambalea bajo la recesión. Inversiones millonarias que no parecen justificarse mas que por el afán de que la maquinaria a ningún sitio siguiera funcionando. Un caso concreto de inversión no aprovechada es el tranvía que se ha construido entre el centro de Alicante y la Universidad, que está completamente construido, pero no se ha puesto en funcionamiento por falta de presupuesto. Me venía a la memoria la parábola de Jesucristo sobre el rico que planificaba cómo almacenar mejor sus posesiones, inconsciente de que podía llamársele en cualquier momento a dar examen de su vida: es la conclusión de quien pone por delante lo que no está por delante. La economía tiene por objeto servir a las personas, no aprovecharse de ellas, no ofuscarlas en una búsqueda de fines que solo son medios.
Obviamente el caso del tranvía de Alicante no es la única, ni seguramente la más cuantiosa de las infraestructuras que hemos hecho en este país aprovechando la bonanza económica. Creo que nos ha faltado sabiduría, para saber de dónde veníamos y a dónde teníamos que ir, para conocer nuestras limitaciones y aliviarlas cuando había recursos para ello, para distinguir entre gastar e invertir: gastar es comprar bienes para consumirlos, invertir es gastar en personas o recursos que rinden beneficios a medio y largo plazo. Ahora estamos lamentando esas actitudes, y difícilmente nos explicamos cómo hemos llegado aquí. Echamos la culpa a los banqueros -que la tienen, y mucha-, a los políticos -impresentables, en una buena parte-, a los funcionarios -entre los que efectivamente hay algunos poco responsables-, e incluso a la Iglesia -que no sé bien qué tiene que ver con este "fregado": lo importante es buscar algún responsable que no seamos nosotros mismos. Debemos en algún momento reconocer que somos un país de escasos recursos y aprovechar los que tenemos, los que hemos ido fraguando en este tiempo, aprender de las lecciones recientes, reforzar nuestras potencialidades y, sobre todo, no perder lo mejor que tenemos: tantos jóvenes bien formados, con iniciativa, que están marchandose de nuestro país para buscar un futuro más prometedor. Estamos en horas bajas, pero dependemos de nosotros mismos (no solo de los alemanes) para salir de este hoyo que nosotros mismos hemos cavado.


sábado, 3 de noviembre de 2012

Más allá de los tópicos sobre Ciencia y Religión


Hace unos días escuchaba un seminario sobre Ciencia y Fe. Hablaba el ponente de la compatibilidad entre ambas, pues son dos formas de conocimiento que se apoyan mutuamente, aunque estrictamente tratan de esferas distintas. Me pareció interesante el hilo de la exposición, hasta que salió el caso Galileo, que parece imprescindible en estas ocasiones. El ponente indicó que lejos de ser ciertas las atrocidades que, como comúnmente se cree, sufrió el gran científico italiano a manos de la Inquisición, en realidad la condena había sido un asunto de poca importancia, que poco  afectó a la vida y la reputación de Galileo. He de reconocer que me indigné al escuchar esta afirmación, de la misma manera que me indigno cuando escucho, en el extremo contrario, las exageraciones o manifestas falsedades que se propagan sobre el caso por parte de los enemigos de la Iglesia. En ambos casos, se hace poca justicia a la verdad histórica: ni es cierto que la condena fuera algo menor, ni tampoco que llevara a la hoguera, al tormento o ni siquiera a la cárcel a Galileo. El tribunal romano que condenó a Galileo no sólo cometió una injusticia grave contra el científico italiano, aunque su integridad física no fuera alterada, sino también un error desastroso que ha proyectado a través de los siglos una imagen sobre la Iglesia de aversión  a la Ciencia e intolerancia, tan tópica como errónea.

Me parece especialmente relevante que todos los que les interese este tema lean un capítulo del Prof. Sols (Catedrático de matemáticas en la UCM) incluido en el libro Ciencia y religión el el siglo XXI: recuperar el diálogo, que acaba de publicarse en la editorial Ramón Areces. Esta obra, que está disponible gratuitamente en Internet, es fruto de las jornadas que sobre esta temática organicé en la Fundación Areces junto a Denis Alexander, profesor de la Universidad de Cambridge y hasta hace pocos días director del Faraday Institute for Science and Religion. Recomiendo vivamente a todos los interesados en el diálogo Ciencia y Religión que descarguen el libro o lo soliciten en papel a la Fundación. Incluye capítulos sobre temas tan variados como el origen histórico de la ciencia, el caso Galileo, el origen del Universo, las implicaciones religiosas de la posible existencia de otros planetas, las relaciones cerebro-alma, el evolucionismo, el sentido científico del azar, el aporte de las religiones a la conservación ambiental, o los fundamentos de la bioética.
En éste, como en tantos campos, es preciso ir más allá de los tópicos. La lectura amplía los moldes mentales, ensancha la mente y, sobre todo, la acerca a la verdad de las cosas, sobre todo cuando está avalada por expertos de prestigio internacional en sus respectivos campos. Los autores de la obra que ahora se publica acumulan más de un centenar de libros, más de dos mil artículos científicos y un sin fin de menciones honoríficas y reconocimientos internacionales. Son todos científicos de primer nivel en sus respectivos campos y todos mostraron un sincero interés por la Religión, por las vías para estimular su diálogo con la Ciencia, de cara a hacer este mundo más comprensible, no sólo en el orden material, sino también en sus implicaciones espirituales.No es cierto que sean dos ámbitos contrapuestos, sino complementarios; no es cierto que los científicos sean por defecto ateos, sino más bien son excepción; no es cierto que la Ciencia avale el ateísmo, aunque tampoco es un argumento para la fe; no es cierto que la Iglesia haya perseguido a la Ciencia, más bien la ha estimulado fundando universidades, academias y contando entre sus miembros más comprometidos, científicos de primer nivel: desde Copérnico hasta Lemaitre, desde Pascal o Descartes hasta Mendel, desde Pasteur hasta Lejeune. En todos los ámbitos, de todas las épocas.