viernes, 19 de julio de 2013

La ideología de género es, sobre todo, ideología

Cuando hablamos de ideología, en términos coloquiales, hacemos referencia a las diversas opiniones sobre un tema determinado, ya sea en cuestiones políticas, sociales o culturales. En este sentido, tener ideología es tan propio de la naturaleza humana como pensar. Ahora bien, si aplicamos el concepto más estricto de la palabra, el que se deriva de la escuela filosófica que denominamos "idealismo", muy ligado a la tradición alemana, y singularmente a Kant, ideología es el esquema mental que aplicamos a interpretar la realidad, puesto que la realidad no es el origen del conocimiento, sino en la medida en que nuestras propias ideas la iluminan e interpretan. En esta acepción, que forma parte clave de la forma de pensar de nuestros contemporáneos, ideología es un esquema mental, que se aplica a la realidad y, si es preciso, la deforma para que encaje en dicho esquema. En este sentido, es muy frecuente que las ideologías se pongan por delante de las realidades, a veces de modo tan evidente que resulta realmente sorprendente que personas inteligentes sigan manteniendo unos determinados postulados pese a que los hechos los desmientan categoricamente. Podemos poner muchos ejemplos de esta actitud, desde las tendencias políticas o sindicales, hasta las deportivas o culturales.
Un ejemplo nítido de lo que estoy diciendo es la denominada "ideología de género", que se considera un postulado sobre el que no cabe disensión. Lejos de garantizar la igual dignidad a hombres y mujeres, simplemente elimina las diferencias entre sexos, so capa de un igualitarismo que acaba volviéndose contra el propio ser humano, pues no se apoya en la realidad, para empezar en la realidad biológica, que aunque no determina al ser humano, le condiciona bastante. Me hacía notar un amigo biólogo hace años que hay más diferencias genéticas entre un hombre y una mujer que entre un sueco y un aborigen australiano (nada menos que un cromosoma, con sus genes asociados). Por ello, parece razonable que haya diferencias en el modo en que hombres y mujeres enfocamos lo cotidano, y que eso se traduzca en múltiples ámbitos, desde el laboral hasta el educativo, logicamente manteniendo lo que he dicho, que ambos tenemos la misma dignidad y derechos. Recomiendo la lectura de un reciente libro de María Calvo sobre este tema: Alteridad Sexual. La verdad intolerable, que ha publicado la editorial Digital Reasons. Os dejo con una breve explicación de la propia autora.

domingo, 14 de julio de 2013

¿Dónde está tu hermano?

Hablaba estos días con unos colegas de trabajo sobre la visita del Papa a Lampedusa, su primera visita fuera de Roma. Es muy significativo que el Papa haya elegido este lugar, puerta de Europa para muchos inmigrantes africanos, puerta del naufragio para miles de ellos, ahogados, año tras año, en una travesía atizada por la pobreza y las mafías que se enriquecen con comercio de humanos. Lampedusa no es un resort turístico; no es un lugar de esparcimiento; es un lugar de esperanza y de sufrimiento, la via de escape a la miseria, a la persecución en la que se debaten miles de africanos, que buscan en sus hermanos europeos la esperanza. Pero no encuentran acogida, no se les recibe con los brazos abiertos, sino tantas veces con reticencia, con sospecha, cuando no con hostilidad: vienen a quitarnos lo "nuestro".
El Papa ha querido recordarnos, a todos los seres humanos de buena voluntad, que este mundo es uno solo, que somos parte de la misma Creación, hijos del mismo Dios, que nos ha dado en usufructo esta Tierra para compartirla, con todos los demás seres humanos y con todas las demás criaturas, que también son fruto del amor de Dios. Lampedusa es el rostro presente de un drama azotado por una economía al servicio de muy pocos, de unos gobiernos corruptos, aquí y allá, que expulsan a las personas con unas condiciones de vida míseras, que
almacenan los inmensos bienes del planeta en muy pocas manos.
El Papa nos ha pedido en Lampedusa que no seamos indiferentes: unos quizá podremos hacer algo efectivo, para remover las situaciones injustas de partida, otros, al menos podremos acoger a quien llega con el cariño de quien recibe a un hermano lejano; todos al menos deberíamos conmovernos ante esos dramas, que ocupan apenas unos segundos en nuestra televisión, pero meses, años, vidas en tantas personas de tantos países cuya única culpa ha sido nacer en un lugar distinto al nuestro.  Te recomiendo leer la Homilia del Papa Francisco en la misa que allí celebró. Son unos minutos, pero te pueden hacer pensar en algo más que en ti mismo, a preguntarte si te has dado cuenta de que falta tu hermano.

sábado, 6 de julio de 2013

Una ciencia reduccionista no explica casi nada

La ciencia tiene un prestigio social enorme, gracias en buena medida a que se relaciona con casi todo lo que entendemos por progreso humano: la ciencia, asociada a la tecnología, está detrás de los enormes avances en la curación de enfermedades, en el transporte, en la alimentación, en el bienestar material en definitiva.
Pero estos enormes avances no deben ocultar otros abusos que la ciencia ha cometido y puede potencialmente cometer. La ciencia experimental no es aséptica, como casi ninguna otra actividad que realizamos los seres humanos. La ciencia puede emplearse para curar y para matar: podemos manejar la energía nuclear para curar enfermedades o para crear bombas; la navegación aérea para transportar personas o para espiarlas; la genética para mejorar la alimentación o para "construir" seres humanos a la carta... En la época de la relatividad, la incertidumbre o la crisis ecológica, las limitaciones éticas de la ciencia se consideran un umbral razonable entre lo que se puede y lo que se debe hacer. Por otra parte, la mayor parte de los intelectuales, también de los científicos, admiten que la ciencia experimental no lo explica todo, que hay muchas dimensiones de la vida humana que no son y no serán nunca explicadas por esa ciencia. Hay otros saberes que son muy relevantes: el arte, la literatura, la escultura, la música, la economía, o el derecho que no pueden considerarse como ciencias experimentales. Como decía Amin Maalouf, "cuanto más avance la ciencia, tanto más tendrá que interrogarse el hombre por su finalidad. El Dios del ¿cómo? se esfumará algún día, pero el Dios del ¿por qué? no morirá jamás." (Identidades asesinas, 1998, 115). Por eso, la mayor parte de los grandes científicos admiten y respetan otras dimensiones que enriquecen y amplían nuestro conocimiento, nuestras relaciones con los demás, o nuestra experiencia de la belleza o el amor. Es casi una exigencia de la postmodernidad, que no acepta un mundo mecánicamente definido, tan solo regulado por un materialismo reduccionista.
Pensaba en esto cuando leí una entrada reciente en un blog sobre cambio climático de un científico experimental que parece todavía anclado en una visión reduccionista de la ciencia. Criticando el uso parcial de los datos, y la necesidad de sustentarlos en una teoría (y viceversa, pues teoría sin comprobación experimental no es aceptable científicamente), se despachaba diciendo: "Teoría sin datos o datos sin teoría no son ciencia, son mística, y cómo toda la mística, basura". En fin, desconozco la actualidad de su conocimiento científico, pero desde luego su planteamiento de las relaciones entre ciencia y otros saberes y experiencias vitales es, cuando menos, bastante diminuto.