domingo, 22 de septiembre de 2013

La virginidad de la Virgen María (I)

Estoy leyendo estos días un libro escribo por Elizabeth Abbot sobre la historia del celibato, que es un tema que me resulta de especial interés. Este libro me está decepcionando bastante, aunque aún me queda casi la mitad por leer, pues el análisis que hace del fenómeno del celibato, particularmente en su relación con el cristianismo, está plagado de inexactitudes históricas e interpretaciones que me parecen, cuando menos, retorcidas.
Uno de los capítulos lo dedica a María, la madre de Jesús, a quien la mayor parte de los cristianos también llamamos la Virgen María. De acuerdo a la autora, la Iglesia habría distorsionado la imagen real de María, convirtiéndola de una madre normal en un icono de la virginidad, en flagrante contradicción con lo que de ella nos narra la Sagrada Escritura. Al igual que hice hace algunos meses con el Bautismo de los niños, voy a dedicar dos entradas de este blog a demostrar que esta acusación es fruto de una visión muy simplificada de las cosas. Por un lado, hoy me propongo mostrar que la interpretación de la Biblia es perfectamente compatible con la virginidad de María, dejando para la semana próxima lo que nos dicen los escritores cristianos más antiguos al respecto, que ha sido confirmado posteriormente en los escritos del Magisterio de la Iglesia.
Como cristiana protestante, la autora de este libro asume que la Biblia solo puede interpretarse desde la literalidad, lo cual ha llevado a muchas interpretaciones claramente erróneas de los textos sagrados (la de la antiguedad del universo, por ejemplo), particularmente cuando no se conoce la lengua en que esos textos fueron originalmente escritos. Veamos qué nos dicen los Evangelios sobre María (utilizo la traducción de la Biblia de Jerusalén).
En primer lugar, haré referencia a la virginidad de María antes de que naciera Jesús.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Resistencia civil al fútbol

A mediados del s. XIX, Henri David Thoreau, se niega a pagar impuestos en EE.UU. por su desacuerdo con la guerra con México y la pervivencia de la esclavitud, siendo encarcelado por ello. Se inicia así una línea de pensamiento y actuación que conocemos como desobediencia civil, y que supone en última instancia   una postura ética de resistencia activa ante situaciones injustas. Las ideas de Thoreau tuvieron luego gran trascendencia en otros movimientos pacifistas, como el que lideró Gandhi y dio lugar a la independencia de la India. Cuando hay leyes o situaciones objetivamente injustas, no podemos mirar a otro lado, convencernos que no podemos hacer nada al respecto y seguir haciendo exactamente lo mismo. Naturalmente, el grado de compromiso variará con la gravedad de las implicaciones que esas disposiciones tengan.

Me venían estas ideas a la cabeza con un tema que aparentemente tiene poca importancia pero que a mi juicio también puede enmarcarse en este contexto de resistencia civil. Muchas personas se han escandalizado este verano con los fichajes que los clubes más pudientes de fútbol tienen el lujo de permitirse, incluso en una situación económica tan delicada como la que actualmente vivimos. Se dice que es una decisión de una entidad privada sobre la que no puede regularse; se dice también que esas cifras de contratación, por lo demás absolutamente estrafalarias, resultan inversiones rentables. No les falta razón en ambos casos, pero precisamente por eso los demás ciudadanos debemos hacer algo al respecto. Si resulta rentable que un club de fútbol en España se gaste mas de 90 millones de euros (unos 15.000 millones de pesetas!!) en contratar a un señor que le pega patadas a una pelota, hay que preguntarse por qué. ¿Qué ha descubierto ese jugador: alguna vacuna que salvará muchas vidas humanas, quizá una nueva fuente de energía, tal vez una teoría filosófica que nos hará más felices? Basta echarle una ojeada a los mensajes que incluyen en sus Twitters los jugadores estrella, o los cantantes estrella, o los actores estrella para darse cuenta de que aportan muy poco a la humanidad: sólo entretienen; no resuelven ningún problema, sólo hacen olvidarlos (momentáneamente).  ¿Se imaginan que nuestro país hubiera fichado tres premios Nobel, de medicina, o economía, o física? ¿Cuánto nos hubiera costado? ¿Cuál sería su "ficha" anual? 
-Pero, claro eso no es rentable, porque no le interesa a nadie lo que hace un premio Nobel, podríamos decir. 
-Ese es precisamente el problema: si un jugador de fútbol es rentable es porque hay millones de personas dispuestas a gastarse dinero en sus camisetas, a pagar por verle en la televisión, o incluso a leer sus anodinos mensajes en las redes sociales. 

-¿Debemos resignarnos entonces a que el país se gaste fortunas en trivialidades?
Se me ocurre una idea, muy sencilla pero a la larga muy efectiva: dejemos de ver el fútbol, en la televisión, en los campos; dejemos de leer periódicos deportivos; apaguemos el telediario cuando se inicia la sección de fútbol (mal llamada de deportes, pues es ridícula la proporción con otros deportes). La única forma de parar una locura es hacer otra: cortar con nuestra dependencia de algo que solo aporta diversión, pero supone un ingente gasto inútil, o al menos forcemos a que ese gasto se equilibre con otros que son imprescindibles: alimento, educación, salud, ciencia, innovación.. también deporte, el de cada uno. 

martes, 10 de septiembre de 2013

¿Custodios o verdugos?

El Papa Francisco vista de blanco, todos los Papas lo hacen, lo han hecho desde hace muchos siglos. Identificamos el blanco como un color de paz. Los Papas de los últimos siglos han sido especialmente promotores de la paz. Benedicto XV clamó contra la guerra, Pio XII puso todos los medios a su alcance para que acabara (su escudo episcopal era una paloma con un ramo de olivo), Juan Pablo II evitó la guerra entre Chile y Argentina en diciembre de 1978, y habló muy claramente contra la guerra de Irak, y Benedicto XVI ha hablado en repetidas ocasiones de la paz entre las naciones. En esa tradición se sitúa el Papa Francisco, que ha hablado con toda claridad sobre la paz en Siria. Recomiendo vivamente que leais la homilia que pronunció con motivo del día que había convocado de ayuno y oración por esa intención.
La guerra resuelve muy poco; la violencia en general resuelve muy poco. Crea más problemas que soluciones. Son muy pocas las guerras verdaderamente justas, siempre hay otras motivaciones menos nobles, siempre intentan darse razones que no lo son. El recurso a la fuerza es solo un recurso para quien sabe que sus razones no convencen o no sabe exponerlas. En el fondo, la guerra es una manifestación de lo peor que habita en el espíritu humano, sobre todo cuando perdemos de vista que somos criaturas, hijos de un mismo Padre: "Cuando el hombre piensa sólo en sí mismo, en sus propios intereses y se pone en el centro, cuando se deja fascinar por los ídolos del dominio y del poder, cuando se pone en el lugar de Dios, entonces altera todas las relaciones, arruina todo; y abre la puerta a la violencia, a la indiferencia, al enfrentamiento".
El Papa comenta uno de los primeros capítulos de la historia violenta de la especia humana, la que describe el asesinato de Abel, a manos de su propio hermano. Nos narra el capítulo 4 del Génesis que Caín sintió envidia de la prosperidad de su hermano, hasta el punto que llegó a odiarlo y acabar con su vida. Dios le pide cuentas de una manera delicada: «¿Dónde está Abel, tu hermano?». Y  Caín responde: «No sé, ¿soy yo el guardián de mi hermano?». Esta contestación la damos ahora muy a menudo, cuando justificamos nuestra indiferencia en un supuesto respeto a la libertad de los demás: "no es mi problema", no tengo por qué cuidar de los otros, de mi familia, de mis amigos, de los compañeros de trabajo... cada uno es libre de hacer lo que quiera. Ciertamente, ¿pero no será en el fondo una excusa de nuestro egoísmo?
El Papa Francisco continúa: " Esta pregunta se dirige también a nosotros, y también a nosotros nos hará bien preguntarnos: ¿Soy yo el guardián de mi hermano? Sí, tú eres el guardián de tu hermano. Ser persona humana significa ser guardianes los unos de los otros".
Guardián significa en nuestro idioma quien vigila (policia), pero también quien cuida, quien se preocupa, quién está disponible para los demás. Siendo miembros de la misma especia, siendo hermanos, hijos de Dios, todos somos guardianes, custodios de los demás, no el sentido de controlar sus decisiones, de dirigirlas, sino de sentirnos comprometidos con su bien, de superar nuestro egoísmo, nuestro propio interés, para crear una sociedad más solidaria. Por el contrario, cuando los demás se ven como instrumentos para nuestro propio interés, se rompe la armonía y, como sigue diciendo el Papa Francisco, "... el hermano que deberíamos proteger y amar se convierte en el adversario a combatir, suprimir. ¡Cuánta violencia se genera en ese momento, cuántos conflictos, cuántas guerras han jalonado nuestra historia! Basta ver el sufrimiento de tantos hermanos y hermanas. No se trata de algo coyuntural, sino que es verdad: en cada agresión y en cada guerra hacemos renacer a Caín. ¡Todos nosotros! Y también hoy prolongamos esta historia de enfrentamiento entre hermanos, también hoy levantamos la mano contra quien es nuestro hermano".
La paz no es solo tarea de diplomáticos, nos afecta a todos, a la manera en que contemplamos a los demás, a la forma en que intentamos resolver los problemas, a cómo superamos los distintos puntos de vista, las situaciones conflictivas. Ojalá nuestra oración permita parar la guerra de Siria, ojalá nuestra actitud cambie la guerra en tantos países, los conflictos en tantos lugares de trabajo, en tantos hogares.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Un amigo es un tesoro

Hay libros que entretienen, otros que enseñan, otros que hacen pensar y otros que marcan de tal forma que nos hacen cambiar. Hablo, naturalmente, de los buenos libros; los otros prefiero no calificarlos. Cualquier buen libro aporta mucho, pero hay algunos que no sólo nos hacen pasar buenos momentos, no sólo nos ilustran sobre aspectos de la vida que no conocemos bien o sobre experiencias que no alcanzamos a comprender, sino que nos impactan de tal manera que nos animan a un cambio de rumbo, aunque sea pequeño, en nuestros valores o nuestro comportamiento. Claro está que esto es muy personal, a cada uno le impactan unos escritos, pero también podemos afirmar que hay libros universales, que a todos de alguna manera nos "sacuden" de nuestra modorra interior y nos hacen ilusionarnos con la idea de ser mejores. Me parece que uno de esos libros es el "pequeño principe" (el Principito, como lo hemos traducido en las versiones más conocidas en España), una obra maestra del aviador y escrito francés Antoine De Saint - Exupéry, desaparecido en un misión de reconocimiento durante la segunda guerra mundial. El Principito es uno de esos libros que ofrece mucho más de lo que sugiere a primera vista. Está lleno de analogías, de sugerentes imágenes, de contrastes que nos permiten reflexionar sobre valores quizá desvaídos en nuestra vida.
Hoy quería comentar algo sobre reflexiones que el Principito nos propone sobre la amistad, uno de los más profundos sentimientos del ser humano. Me parece que uno de los síntomas de la crisis de valores que vivimos en Occidente es la pérdida del sentido de la amistad, que siempre es amor gratuito, amor generoso. La palabra amigo desgraciadamente hoy se manosea con su recurrente uso en las redes sociales. Se dice sarcásticamente que "eres más falso que un amigo en Facebook". Lástima que las redes utilicen esa palabra para referirse a una relación humana que emulan de manera enormemente superficial. Como es lógico, nadie puede tener 300 ó 400 amigos. Lo que las redes sociales refieren como amigos son sólo personas que, con más o menos cercanía, tienen algún interés en lo que decimos o hacemos. Muy lejos está eso de lo que es realmente un amigo: alguien que siempre está ahí para escucharnos, para ayudarnos, alguien con quien queremos compartir momentos de alegría o tristeza. La amistad requiere tiempo, dedicación, tiene que ser bidireccional: no podemos tener amigos sólo para servirnos de ellos.
Me parece que los pasajes que el Principito dedica a diálogar con el zorro son una magnífica alegoría de lo que es la amistad. El zorro pretende convencerle que le domestique, para que ese niño desconocido pase a ser alguien con significado, alguien a quien ama y por quien es amado. No será ya un niño más, sino su amo, su amigo. Eso requiere un entrenamiento, una repetición de encuentros que fragüe una relación humana. "Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde; desde las tres yo empezaría a ser dichoso. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto, descubriré así lo que vale la felicidad. Pero si tú vienes a cualquier hora, nunca sabré cuándo preparar mi corazón... Los ritos son necesarios". Los ritos, los tiempos, la dedicación. La intimidad require cultivar la amistad. Naturalmente no estoy hablando de nada sensual; el amor de amistad no requiere intercambio corporal: sólo es genuino cuando es espiritual, aunque se base también en favores materiales. La amistad no es el noviazgo, no es el amor esponsal, naturalmente no el amor genital. Todos necesitamos amigos, somos seres sociales y necesitamos expandir nuestro interior con alguien que nos conozca, que nos oriente o simplemente que sepa estar junto a nosotros en los momentos necesarios. Pero el ajetreo cotidiano, las largas distancias, la comunicación incomunicada de las nuevas tecnologías, nuestro creciente materialismo, pueden hacernos perder uno de los mayores tesoros: la amistad, y quien no tiene amigos, me parece que ha perdido buena parte de su vida, aunque aparentemente triunfe. Como dice el zorro al Principito, "Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, los hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo,  domestícame!"