domingo, 26 de enero de 2014

La evolución y la involución humana

Estas Navidades he aprovechado para leer un libro que me regalado un amigo, compañero ahora de departamento, paleóntologo de reconocido prestigio, con muy larga experiencia en las excavaciones de Atapuerca. El libro, que recomiendo a todos mis lectores, se llama "El primate que quería volar", y aporta una visión panorámica, muy bien documentada sobre el apasionante mundo de descifrar nuestro origen como especie. Sin caer en el tedio que a veces acompaña nuestras publicaciones académicas, Ignacio Martínez de Mendizabal comenta los grandes hitos de los descubrimientos fósiles, particularmente de los últimos treinta años, dedicando un capítulo de especial interés a los extraordinarios hallazgos de Atapuerca.
Una de las cosa que me sorprendido de ese libro es que las teorías actuales sobre la evolución humana no consideran unicamente el factor biofísico para explicar los desarrollos, esto es los que proceden de la combinación aleatoria de genes de los que surgen combinaciones más afortunadas para sobrevivir, sino también tienen en cuenta los procesos de evolución cultural. No sé lo suficiente de Darwin para afirmar que el ilustre científico británico negara esta opción, pero desde luego no es la que comúnmente se presenta al presentar la trayectoria evolutiva de nuestra especie, desde los primates más elementales hasta el género Homo. En el libro de Martínez Mendizabal me ha sorprendido ver cómo los paleóntolos se plantean las enormes ventajas que dan a nuestros antepasados la adopción de hábitos sociales que favorecen a la especie, sin ser provocados por combinaciones biológicas, sino por otras motivaciones que me parece no encajan muy bien en la teoría de la combinación aleatoria.
Uno de los ejemplos que pone Ignacio es la adopción de la monogamia. Los primates, como los actuales simios y la mayor parte de los animales, no tenían parejas estables, lo que afectaba a la tasa de reproducción, ya que una hembra no podía tener descendencia cuando parte fundamental de su ocupación era conseguir comida para su cria. Eso menguaba el crecimiento de las poblaciones. Argumenta Martínez Mendizabal que liberar a la madre de esa tarea permitió aumentar la frecuencia de la prole y que fuera más numerosa, garantizando la mayor pervivencia. Para que un macho alimentara a una hembra y su retoño era necesario que tuviera claro que era suyo, lo que requería la monogamia. En suma, uno con una y para toda la vida no es sólo un mandato bíblico, ni una manía de los obispos católicos, sino una pieza clave de la evolución humana.
Igual vale la pena reflexionar sobre este asunto ante el tremendo aumento de las disoluciones matrimoniales. Parece que la monogamia resulta ahora poco menos que insufrible, pero a la vista estan los impactos sociales que eso genera, en los cónyuges en primer lugar, en sus hijos, en segundo, en la sociedad en su conjunto. En este terreno, quizá como en otros, parece que no tendemos a la evolución humana, sino más bien a su contrario.

domingo, 19 de enero de 2014

Carta abierta al Ministro Ruiz Gallardón

Estimado Sr. Ministro:

Aunque las lealtades son poco frecuentes en la vida política, permítame que comience declarándome desde hace bastantes años simpatizante de su trayectoria pública, tanto por la eficacia de su gestión, particularmente al frente de la Comunidad de Madrid, primero, y del Ayuntamiento de la capital después, como por su enfoque de la política, como esfera de diálogo con personas que discrepan. Dialogar no me parece sinónimo de claudicar o de aparcar las propias convicciones para acoger una especie de media estadística entre las posturas ideológicas más variopintas. Dialoga quien tiene algo que decir, en primer lugar, quien escucha al que opina de otra manera, en segundo, y quien intenta que de la comunicación entre las ideas propias y las complementarias surjan cosas mejores, o al menos considere que quien piensa de otra manera tiene razones para ello.
Sus antiguos partidarios ahora son detractores, pues piensan que con su postura sobre la reforma del aborto ha cambiado usted ese carácter dialogante y progresista, que le ha dado un peso propio en el centro-derecha español, por un planteamiento caduco y dogmático. Curiosamente, sus antiguos detractores, poco amigos del diálogo con el que piensa de otra forma, ahora le considera poco menos que re-encarnación del mítico D. Pelayo, a partir de quien se iniciará una nueva reconquista en nuestro país.
A mi sinceramente me parece que su postura sobre el aborto es muy coherente con su trayectoria personal, pues no hay nada más progresista que proteger al más débil, tan débil que ni siquiera puede expresarse por sí mismo. Defender la vida es el derecho más elemental, el que fundamenta todos los otros, y considerar que un embrión humano es un ser humano, es un hecho científico incontestable.
En un libro encantador, A Sand County Almanac, el naturalista Aldo Leopold argumenta que conceder valor ético a la conservación de la naturaleza no es otra cosa que asumir nuesta capacidad para ampliar nuestros horizontes morales. Cuenta este autor que cuando llegó Ulises a Itaca tras su larga ausencia, ajustó cuentas con quienes pretendían a su mujer, matando en primer lugar a los esclavos que les apoyaban. Para Homero, ese episodio no lleva consigo juicio moral, pues en esa época los esclavos eran sólo objetos de uso: no tenían derechos propios. La evolución ética de la sociedad humana considera ahora esto una aberración, como empieza a considerarse una aberración la destrucción sistemática de la naturaleza, concediendole ahora valor ético. Ahora concedemos valor a todos los seres humanos, independientemente de su raza o raíces culturales, y empezamos a considerar valiosos a los demás seres vivos, lo que nos genera una serie de deberes hacia ellos. Espero, estoy convencido de hecho, que en unas décadas también será mayoritaria la valoración ética de los embriones humanos, en todas sus fases. En suma, en un futuro que espero sea próximo, la sociedad valorará como una aberración el aborto, y se preguntará por qué los hombres del s. XX y XXI lo admitieron, como nosotros nos preguntamos ahora por los mecanismos que justificaron la aceptación social de la esclavitud. La llamada interrupción voluntaria del embarazo es simple y llanamente una terminación (sólo se interrumpe lo que luego se continúa y aquí no hay posibilidad de continuar tras el aborto), y solo es voluntaria para algunos; para la principal víctima, desde luego no lo es.
Por esta razón, Sr. Ministro de Justicia, le doy mi apoyo más explícito a su postura sobre la reforma y espero que pueda llevarla al mejor término posible. Muchos otros países nos miran con atención. Podemos ser pioneros en la abolición del aborto. La nueva ley va a proteger a vidas humanas, y eso no puede ser más progresista. Va a proteger también a las mujeres que son víctimas del aborto, que son presionadas por quienes prefieren mirar a otro lado, que cargan con un peso mucho mayor que el propio drama de terminar con una vida que nació en sus entrañas. Como decía un médico francés: "Es mucho menos pesado tener un niño en brazos que cargarlo sobre la conciencia".
Le transmito un cordial saludo,

Emilio Chuvieco 




domingo, 12 de enero de 2014

Ciencia y Fe

Me habían invitado ayer noche a impartir una clase sobre la compatibilidad entre Ciencia y Fe, en los locales de una conocida iglesia del centro de Madrid. Acepté encantado la invitación, pues ese tema  me resulta especialmente atractivo, al poner en relación dos ámbitos que son para mi de una importancia vital. No sabía bien qué tipo de público podría aparecer en esa clase, aunque intuía que no podría ser muy numeroso, dado que era un sábado noche y además coincidía con un partido de fútbol razonablemente interesante. Ante mi sorpresa, la sala se llenó y además con un público muy variado (jóvenes y menos jóvenes) y bastante entusiasta (es reconfortante ver que todavía hay ciudadanos que optan porque el fútbol no gobierne sus vidas).
La cosa se alargó bastante, pues tras mi intervención hubo una amplia relación de preguntas. Las inquietudes de los asistentes podían agruparse en los tres grandes temas de actual convergencia entre Ciencia y Religión: el origen del universo, la evolución de la vida y cuestiones bioéticas, con mayor incidencia en estas dos últimas. Revisamos algunas controversias históricas, con especial mención al caso Galileo -imprescindible cuando se tratan estos temas, no sólo por su importancia, sino porque es realmente el único de confrontación propiamente dicha, al menos con la Iglesia católica-, a la esfericidad de la Tierra y al inicio del evolucionismo. 
Recordamos que muy lejos de ignorar -o como algunos dice incluso de atacar- a la Ciencia, la Iglesia católica ha sido históricamente su principal promotora:“Es claro del registro histórico que la Iglesia católica ha sido probablemente el mayor y más duradero mecenas de la Ciencia a lo largo de la Historia, que muchos de los principales protagonistas de la revolución científica eran católicos, y que varias instituciones y orientaciones católicas tuvieron una influencia clave en el nacimiento de la ciencia moderna” (Galileo Goes to Jail: And Other Myths about Science and Religion. Ed. Ronald L. Numbers. Cambridge: Harvard University Press, 2009, p. 102). No parece necesario repetir la lista de científicos católicos de primer nivel como Descartes, Pascual, Volta, Galileo, Ampere, Torricelli, Mme Curie, Lavoisier, Bartoli, Cassini, Mercalli... además de los que fueron clérigos: Copernico, Kircher, Mendel, Theilard de Chardin, Lemaitre... ni recordar la larga lista de universidades fundadas por la Iglesia entre los siglos XII y XVI (Bolonia, Oxford, Sorbona, Cambridge, Salamanca, Alcala...). Seguir acusando a la Iglesia, como se escucha con frecuencia en boca de gente que vive del tópico, de oponerse a la Ciencia es por tanto marcadamente injusto.
Estoy convencido de que el diálogo Ciencia y Religión es sumamente interesante en beneficio de ambos ámbitos. La Religión proporciona una guía ética y una motivación profunda para investigar (para conocer mejor el mundo Creado por Dios). La Ciencia empírica nos ayuda a entender la realidad material, superando interpretaciones teológicas superficiales.  Un buen científico no tiene porqué ser mas agnóstico que un buen panadero o sastre. Más bien al contrario, pues quien se acerca a la complejidad de la verdad de las cosas, de cómo funcionan, de cuáles son sus relaciones con otras, con nosotros mismos, está más abierto a la trascendencia, al asombro de contemplar una complejidad casi imposible de imaginar por nuestras pequeñas mentes. Este es, a mi modo de ver, el origen de las bellas palabras de un científico de primer orden mundial, Francis Collins, uno de los líderes de la decodificación del genoma humano: “...como científico, uno de las experiencias más gozosas es aprender algo que ningún ser humano ha entendido antes. Tener la oportunidad de ver la gloria de la creación, su complejidad, su belleza, es realmente una experiencia única. Los científicos que no tienen una fe personal en Dios también indudablemente experimentan el gozo del descubrimiento, pero tener la alegría de descubrir algo, uniéndolo a la alegría de dar culto a Dios, es verdaderamente un momento grandioso para un cristiano que es también un científico” (Francis Collins, The Language of God)
 

domingo, 5 de enero de 2014

Lecciones de los Reyes Magos

Mañana se celebra la fiesta cristiana de la Epifanía, que en griego significa "la manifestación", en este caso aplicada a la primera indicación visible de que ese niño frágil recien nacido en Belén es en realidad Dios encarnado. Esa manifestación la realiza a unos personajes exóticos, de países lejanos, que hemos tradicionalmente Reyes Magos, aunque en ningún sitio del Evangelio indica que fueran reyes, y desde luego tampoco eran magos en el sentido que le damos nosotros al término.
De esta simpática fiesta, procede uno de los momentos estelares para los pequeños, al asociarse los regalos que estos personajes ofrecieron a Jesús Niño, con los que reciben los niños en ese día. Como es una fiesta tan entrañable y tan llena de ilusiones, a veces tiende a perderse de vista el sentido más hondo que muestra, así como el papel que juegan en ella esos sabios venidos del Oriente. ¿Quién no siente simpatía por los Magos? Son desde luego personajes muy populares, que han sido parte de nuestros sueños desde la infancia. Pero, ¿quiénes eran realmente esos personajes? Poco nos dice la Sagrada Escritura de ellos, aunque a partir de ella podemos inferir un par de cosas muy importantes: por un lado, eran personas sabias, que sabían interpretar los signos de los cielos ("¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido  a adorarle", Mt, 2: 2); por otro, eran personas decididas, que supieron superar los inconvenientes que su descubrimiento les acarreó, y consiguieron llegar hasta donde estaba el Niño. Ambas cosas son muy aleccionadoras para nosotros: es preciso ser sabio (con esa sabiduria que distingue lo esencial de lo accesorio, que tal vez está más basada en escuchar a los demás que en los libros), y es preciso arriesgar. Cuando entendemos (con esa sabiduria) que debemos hacer algo que tal vez nos contraría, es muy fácil llenarse de excusas para no tomar la decisión. No sabemos cuántos sabios de las estrellas vieron la que correspondía al "Rey de los judíos", pero sabemos que solo tres llegaron a Belén, que solo ellos se pusieron en camino, venciendo las dificultades de un viaje, quizá las limitaciones de la edad, del idioma. Ellos supieron lo que había que hacer y lo hicieron. Tuvieron sabiduría y tuvieron voluntad para llevarla adelante. Esta historia, como la de nuestra vida si seguimos esos mismos principios, acabó muy bien, pues los Magos encontraron lo que buscaban: "Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y  le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra" (Mt, 2: 11), nos dice San Mateo que es quien narra el suceso. Pero no solo consiguieron esa meta, sino sobre todo, encontraron el sentido último de su viaje y de sus vidas, pues el mismo evangelista nos dice en el versículo anterior: "Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría", una alegría que acompaña a quien procura seguir lo que esa sabiduría que viene de Dios le indica.