sábado, 24 de mayo de 2014

Te imaginas lo que pasaría si...

En un país de mayoría musulmana, pero con una región donde buena parte de la población no lo es, un grupo radical cristiano secuestra doscientas niñas musulmanas para convertirlas forzadamente al cristianismo, para evitar que sigan educándose, pues piensan que el cristianismo prohíbe que las niñas estudien, que Jesús mandó que las niñas se dedicaran exclusivamente al trabajo del hogar. En varios países musulmanes algunas personas protestan, pero los gobiernos apenas levantan la voz, ni aprovechan el momento para exigir de una vez por todas libertad religiosa en todo el mundo cristiano, en donde los radicales cristianos están llevando una verdadera limpieza religiosa. Lo importante es seguir comprando su petróleo. Ninguna autoridad cristiana relevante condena esa barbarie. Ninguno explica que Dios no puede ser excusa para ejercer la violencia, que el Evangelio en ningún momento justifica la conversión forzosa. La prensa de los países musulmanes tampoco clama radicalmente contra el secuestro. Apenas tímidas manifestaciones en la calle. Los medios y los intelectuales de los países musulmanes, por su parte, indicarían que se trata de grupos radicales y seguirían defendiendo que el cristianismo es muy tolerante, y que es el Islam quien tiene un pasado lleno de intolerancia religiosa. Además, lo importante ahora es la final de un torneo de fútbol, mucho más relevante que la suerte de doscientas niñas musulmanas...
¿Te imaginas todo esto? ¿Te imaginas qué ocurriría si fueran musulmanas las niñas secuestradas? ¿Qué pasa en Occidente? ¿Tanto hemos perdido que no somos capaces ni de defender los principios más básicos? ¿Qué pasa con los creyentes musulmanes? ¿cómo pueden estar callados cuando alguien usa el nombre de Alá para justificar la violencia? "No tomarás el nombre de Dios en vano", es un precepto que sirve para las tres religiones monoteístas, para cualquier religión en realidad, pues invocar a Dios para matar a quienes El ha creado es un sacrilegio de inmensa irreverencia. Reaccionad, hermanos que creeis en Alá; reaccionemos, hermanos que creemos en Dios... El mundo se equivoca cuando considera que los excesos de los radicales religiosos se corrigen eliminando la religión: sólo pueden corregirse con una religión verdaderamente cercana a Dios, una religión pura que busca amarle y amar a todas las criaturas, particularmente a las que creó a su imagen y semejanza. Cuando se utiliza a Dios para justificar los fines propios, la religión acaba convirtiéndose en una ideología: un esquema mental que intenta adaptar la realidad a unas ideas preconcebidas. Como señalaba Benedicto XVI: "Éste es un punto que se ha de reafirmar con claridad: nunca es aceptable una guerra en nombre de Dios. Cuando una cierta concepción de Dios da origen a hechos criminales, es señal de que dicha concepción se ha convertido ya en ideología" (Mensaje en la jornada mundial de la paz, 2007).

sábado, 17 de mayo de 2014

Como Internet nos está cambiando

No hace falta ser un analista social para darse cuenta que Internet supone una revolución cultural, además de económica y de otros órdenes. Por revolución entiendo lo que se entiende en los libros de Historia, un cambio radical, una nueva orientación de las cosas. Hasta qué punto esto es así resulta difícil de precisar, pues estamos metidos de lleno en el inicio de esa revolución y todavía solo atisbamos algunas de sus múltiples consecuencias. Lo más obvio es darse cuenta que Internet está cambiando nuestra forma de buscar y recibir información, pero requiere algo más de reflexión darnos cuenta de que está cambiando también otros aspectos mucho más básicos de nuestro modo de ser, desde la forma en que nos educamos o nos divertirnos, hasta los modos en que nos relacionamos con los demás (o no nos relacionamos). Resulta curioso, y a mi modo de ver lamentable, observar esas parejas sentadas en una cafetería, con un refresco todavía frío, una enfrente del otro, contestando freneticamente sus "guasaps", viendo vídeos de no se sabe qué estupidez mediática o escuchando música (naturalmente descargada lo más pirata posible). ¿De qué hablan dos jóvenes cuando se encuentran? Casi nada entre ellos, porque hay que contestar a otros que se encuentran virtualmente encerrados en una máquina que reclama su plena atención. Y no sólo son jóvenes, también mucho menos jóvenes que se desligan de una conversación colectiva para contestar mensajes, ver el periódico y los resultados del "partido del siglo", porque todo tiene que ser "en tiempo real", curiosamente sacrificando la realidad que vivimos en cada momento, que queda aparcada por la tensión de una comunicación frenética que tantas veces está solo cargada de nimiedades.
Quien observe las tendencias sociales no puede menos de analizar qué está haciendo con nosotros Internet, qué enormes ventajas nos proporciona y a qué otros desastres nos conduce. Cómo nos ayuda o nos obstaculiza las relaciones humanas, la capacidad de reflexión, de aprender críticamente, de crecer en madurez, en libertad y en responsabilidad.
Pensaba en estos temas mientras leía el último libro publicado por la editorial Digital Reasons, que titula Homo Interactivo: Como Internet nos está cambiando, un magnífico análisis de los impactos de Internet en nuestras vidas cotidianas, y particularmente en la forma en que aprendemos y nos relacionamos con los demás. El autor, con amplia experiencia en tareas educativas, presenta los avances tecnológicos que han permitido el desarrollo actual de la red y reflexiona sobre sus principales impactos, sus fortalezas y sus debilidades, para ayudarnos a pensar con más detalle en qué medida nos enriquece como personas, pero también en qué otros supone una pérdida en nuestros valores potencialmente muy sustancial.

domingo, 11 de mayo de 2014

¿Para que sirve un colegio católico?

El pasado viernes me invitaron a una graduación de alumnos de segundo de bachillerato en un colegio católico. No tengo mucha experiencia de este tipo de ceremonias, que parecen haberse convertido ya en tradición, no sólo en la enseñanza media sino incluso en la primaria. En el primer caso parece más justificado, porque supone rendir homenaje a una parte muy esencial de la vida de cualquier estudiante, la que cubre su infancia y adolescencia, en muchas ocasiones compartida con los mismos compañeros y en el mismo centro escolar.
La referencia explícita a Dios en distintos momentos de la ceremonia me hizo pensar sobre la impronta que marcaría en las vidas de esos chicos y chicas su paso por una escuela católica. ¿Cuántos de quienes estaban allí sentados vivirían con entusiasmo su fe? ¿Cuántos la mantendrían durante y después de sus estudios universitarios? ¿Qué influencia tendrían esos jóvenes en conformar una sociedad cristiana? ¿Hastá qué punto serían fermento de otros valores o se dejarían arrastrar por los imperantes?
Sin ánimo de ser pesimista (ninguna persona con Fe puede serlo, pues Dios es, en última instancia, el Señor de la Historia), a primera vista resultan poco aleccionadores los resultados del ingente esfuerzo que hacen las instituciones católicas en la educación de la juventud de este país. Se estima que un 35% de los chicos y chicas de este país se educan en colegios con ideario católico. A juzgar por los valores imperantes en la sociedad española, a juzgar por lo que uno observa en la Universidad, a juzgar por la actuación de personas singulares que estudiaron en colegios católicos (no voy a citar ejemplos concretos, pero hay sobrados en la vida política, social y cultural), ese ingente esfuerzo no parece dar los frutos esperados. Naturalmente, la educación católica no es adoctrinamiento, como no puede serlo ninguna buena educación, y respeta la libertad de las personas, que pueden en última instancia aceptar o no los valores que se le proponen. No obstante, parece razonable que la educación recibida durante una parte tan significativa de la formación de los referentes éticos de cualquer persona debería implicar un impacto más hondo en su visión de la cultura, la ciencia y la técnica, en sus valores y virtudes, que llevaría en su conjunto a construir una sociedad más acorde con el Evangelio, esto es, más digna del ser humano, más honesta, más generosa, más profesional, más abierta a la vida, más espiritual.
No soy quien para señalar los factores de este aparente fracaso de la escuela católica en España, de su escaso impacto en conformar los valores de la sociedad contemporánea, pero se me antoja que debería ser una preocupación central de todos aquellos que promueven, dirigen o participan activamente en estas escuelas. Como indicaba Benedicto XVI en su visita a los alumnos de un centro escolar católico del Reino Unido en 2010, "...una buena escuela educa integralmente a la persona en su totalidad. Y una buena escuela católica, además de este aspecto, debería ayudar a todos sus alumnos a ser santos". Bien está que una escuela católica sea reconocida por su prestigio educativo, por su nivel de idiomas o de práctica deportiva, pero si no ayuda en última instancia a conformar mentes y corazones católicos no está cumpliendo bien su misión. La meta que señalaba Benedicto XVI era muy ambiciosa: ser santos. Y ser santos es estar muy cerca de Jesús, querer ser como El, vivir su mensaje en plenitud, sin renunciar a ninguno de los valores hondamente humanos. Ser santo es estar entusiasmado y entusiasmar a otros, ser consecuentes con unos valores (amistad, familia, amor, generosidad, alegría) aunque sean anómalos en los ambientes en los que vivimos, aunque sean ridiculizados u hostigados, porque nos darán una felicidad duradera, que no depende del exterior sino de nosotros mismos, de nuestra relación con Dios y con los demás.

domingo, 4 de mayo de 2014

Mas tonto que un católico del PSOE

Recuerdo haber visto en mi adolescencia, cuando vivíamos tiempos de cambio político, una pintada en mi barrio que me llamó especialmente la atención. Decía algo así como: "Eres más tonto que un obrero de derechas". Lo que se entendía en España por ser de derechas hacía esa sentencia bastante verosimil, pues resultaba casi obvio que los intereses de un trabajador de pocos recursos eran muy poco compatibles con quienes tendían por definición al beneficio exclusivo de las clases pudientes. No voy ahora a entrar en si esa imagen tópica que asocía el capitalismo opulento a "ser de derechas" es o no justa; aunque ciertamente parece una simplificación abusiva de la realidad, pues imagino que habrá muchos políticos de derechas que tienen tanta o más preocupación social que otros que se apropian en exclusiva de ese calificativo.
En cualquier caso, lo que me interesa comentar ahora es que una frase similar me vino a la cabeza escuchando ayer a una dirigente destacada de nuestro principal partido socialista. Criticando el mensaje de recuperación económica que lanza el gobierno, decía la Sra. Valenciano que aquí lo único que se recupera son "los catecismos en los colegios y los abortos clandestinos". Esta "sesuda" afirmación no merecería mayor comentario, sino fuera por lo que implica: a falta de reivindicaciones verdaderamente sociales y progresistas, los dirigentes socialistas se dedican a fundamentar su supuesto progresismo en el insulto permanente a la Iglesia y en defender su proyecto de ingeniería social, basado en buena parte en el aborto y en la ideología de género. En pocas palabras, como parece que en las recetas económicas no aportan nada al neocapitalismo vigente (y si no, que se lo digan al primer ministro socialista francés, con los tremendos recortes sociales que está poniendo en marcha), nuestro socialismo sigue anclado en darle coces a la Iglesia con ocasión y sin ella.
Sinceramente no entiendo esa actitud. En Italia el primer ministro de izquierdas es católico practicante; en Alemania hay muchos católicos entre la socialdemocracia; mientras en EE.UU., los católicos han sido tradicionalmente el sustento del partido demócrata... En suma, no veo porque se empeña el PSOE en ponerse enfrente de quienes podriamos admitir muchos de sus planteamientos, simplemente por seguir dando una imagen de modernidad que no deja de estar trasnochada. ¿Es tan difícil entender que un niño gestante es un ser humano y que el aborto es una tragedia que nada tiene que ver con el progreso? ¿Es tan anómalo considerar que los católicos hemos leído las encíclicas sociales de la Iglesia y que por tanto estamos tan de acuerdo con la protección a los trabajadores, con los sindicatos, con una economia social, con la conservación ambiental o con la ciencia como cualquiera que se empeñe en atribuirse en exclusiva el calificativo de progresista?
Empeñándose en ese discurso el PSOE se ancla en crearse enemigos donde no tendría por qué tenerlos, y sólo me viene a la cabeza la incongruencia de que los católicos apoyemos esas actitudes con nuestros votos. Señores y señoras del PSOE, estamos en el s. XXI, no sigan ustedes con actitudes que son más propias del jacobinismo francés del s. XVIII que de la postmodernidad.