domingo, 24 de enero de 2016

Educación y empatía

Ayer volví a ver "Begin Again", una película de John Carney de 2013, que además de tener una magnífica banda sonora y una puesta en escena alegre y desenfada, toca muchos temas de gran calado humano. Una de las escenas que me resulta más interesante es el encuentro entre Gretta, la compositora recien traicionada por su novio cuando éste alcanza la fama musical, y Violet, la hija de Dav, el productor musical que consigue convencerla de grabar sus canciones.Violet es una adolescente con inseguridades y anhelos, desgarrada por la separación de sus padres. Viste de manera provocadora para llamar la atención del chico que le gusta en el instituto. Su padre se sorprende por lo que entiende es una desfachatez y culpa de ello a su madre, que tampoco es capaz de comunicarse bien con ella. A Gretta, en cambio, le bastan unos instantes para conectar. Lo primero que le pregunta es por el chico al que miraba (solo ella se da cuenta, no su padre que también presencia la escena). "-Le quieres", "-Sí, pero no tengo oportunidades, no se fija en mí", responde Violet. Gretta le asegura que no es así, y le hace pensar sobre su imagen ante él: "-Y quieres dar la impresión de que eres facilona". Acaba la escena proponiéndole ir de compras, y en las siguientes Violet ha cambiado su actitud y su seguridad (también su forma de vestir), y hasta acaba tocando la guitarra y mostrando ante su padre su talento.
Me parece que es una escena muy sugerente de la importancia de conectar con las personas a quienes se dirige nuestra labor educativa. Me parece que es una experiencia universal que sólo nos dejamos ayudar por quien percibimos que nos entiende, que intenta ayudarnos desde nuestra posición y no impornernos la suya. Por tanto, sólo puede educar quien es capaz de ponerse entender el punto de partida de la persona a quien se dirige. Dice un proverbio indio que para entender a alguien hay que andar con sus mocasines durante tres lunas. Es una manera hermosa de decir que no podemos juzgar a quien no entendemos. Los griegos clásicos acuñaron una palabra excelente para expresar esa disposición: empatía, que indica, literalmente, entrar "en el sentimiento" de otra persona, en su sentido, en lo que una determinada situación realmente significa para la persona. Sin ponernos en el lugar del otro es difícil transmitir nada, o serán sólo cosas muy superficiales. Con mucha frecuencia los docentes nos limitamos a eso, a transmitir conocimientos. No es poco, desde luego, si son relevantes y precisos, pero, tras muchos dedicado a la enseñanza, se me hace un objetivo algo estrecho. Me parece mucho más importante transmitir valores, ideales, sentido, motivaciones. Ayudar a elevarse por encima de sus propias limitaciones, en entendimiento del mundo, pero también en calidad de su trabajo, generosidad con los demás, sobriedad de vida, apertura mental.  En definitiva, solo con empatía, que nace en el fondo del cariño por nuestros alumnos, podemos recuperar el concepto platónico de educación: extraer de un alma todo el amor, el bien y la belleza que lleva dentro.

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