domingo, 19 de febrero de 2017

Entusiasmarse

Me comentó hace años un amigo especialista en filología clásica que la palabra “entusiasmo” proviene del griego enthousiasmós, que puede traducirse por rapto o posesión divina. En definitiva, estar entusiasmado es estar “lleno de Dios”. Me parece que es un buen título para mostrar una de las dimensiones del cristianismo que quizá los propios cristianos no consideramos con la frecuencia que deberíamos. Como una modesta contributión a repensar esa dimensión, acabo de publicar una nueva versión de un libro que saqué a la luz hace seis años en una editorial norteamericana, y que ahora adapto al lector español y actualizo. Aunque pueda parecer poco elegante hacerlo, me permito recomendaros a todos la lectura de esta obra: Entusiasmate. Diez hitos para encontrar la alegría que publica la editorial Digital reasons.
Entusiasmarse no es fruto de un placer pasajero, sino de algo mucho más permanente porque quien se llena de Dios ha encontrado la verdadera raíz de la alegría, una alegría duradera que resiste los embates de las tormentas y los terremotos de la vida. No es casualidad que el papa Francisco haya relacionado directamente con la alegría sus tres principales escritos: Laudato si, Evangelii Gaudium y Amoris laetitia. En fin, la alegría es inseparable de quien tiene un sentido en su vida, de quien ancla ese sentido sobre Dios, quien es Amor permanente, en realidad el único propiamente Permanente.
Este libro se dirige tanto a quienes consideran la fe como una referencia firme de sus vidas, como a los que tienen una imagen un tanto diluida, o quizá olvidada en el baúl de la adolescencia, de la figura de Jesucristo, del meollo de la fe, de sus consecuencias prácticas. Mi mayor entusiasmo será saber que a ambos potenciales lectores ha servido su lectura, a algunos quizá para reflexionar sobre esa fe apagada, a otros para disfrutar más plenamente esa alegría de la fe y para comunicarla a quienes les rodean.

domingo, 12 de febrero de 2017

Edad Media: ¿Periodo oscuro o ignorancia prolongada?

Estaba hace unos días leyendo un libro sobre la evolución del pensamiento ambiental, orientado a entender mejor los actuales problemas que afectan a nuestro planeta y el origen de nuestras actitudes ante los mismos. Naturalmente, el libro se detenía en comentar las primeras propuestas de los pensadores griegos sobre esta cuestión, pasando luego de puntillas sobre el pensamiento romano, obviando el oriental y ninguneando el cristianismo medieval, del que solo hacía referencia a Sto. Tomás de Aquino. Luego se extendía en el inicio de la llamada "modernidad" con Descartes y Bacon, Copernico y Galileo, Newton y Kepler, que nos habrían sacado de la ignorancia propia de siglos pasados, para enlazar con el pensamiento contemporáneo.
Me llamó la atención, una vez más, este enfoque de la Historia, tan enraizada en el pensamiento occidental, que considera el progreso como fruto de la modernidad, enlazando naturalmente con el glorioso pasado helénico. Entre medias, casi nada. Tampoco casi nada de otras culturas no occidentales, como si Asia, Africa o América no hubieran aportado nada relevante. Quizá algunas citas al periodo más brillante del califato cordobés o sirio, casi nunca apoyadas en datos concretos o restringida a los mismos sabios que sirven tan bien para hablar del pensamiento ambiental como de la cartografía o la física.
No soy historiador profesional, pero imagino que los especialistas en Historia medieval se frustarán al ver el escaso conocimiento que muestran los intelectuales occidentales de ese periodo. Parece que se asume por defecto que es un periodo que no aportó nada a la historia de la ciencia, la cultura o el desarrollo social. Tan sólo se limitó a recoger el legado clásico y pasarlo al Renacimiento, como si su único reconocimiento fuera haber copiado lo que otros desarrollaron previamente.
En mi modesta opinión, este olímpico desprecio a la cultura medieval puede deberse a una ignorancia sostenida o a un sesgo ideológico, que considera nefasto por definición lo que lleve el sello de civilización cristiana. No me parece que la medieval haya sido el ideal del cristianismo, pero ciertamente la presencia de valores cristianos en ese periodo, sobre todo si los comparamos con los periodos precedentes, parece suscitar la suspicacias de muchos intelectuales, sobre todo de los países que secundaron la Reforma-Ruptura protestante, que en el fondo intentó poner entre paréntesis todo el desarrollo del pensamiento teológico entre los siglos IV y XV, supuestamente para conectar mejor con la pureza del cristianismo primitivo.
Como digo no es mi labor reivindicar un periodo de diez siglos, pero me parece que bajo el epíteto de periodo oscuro en la consideración de la Edad Media se esconde una ignorancia prolongada y atrevida. En el campo que ahora me ocupa, el pensamiento ambiental, el autor del libro que estoy leyendo citaba únicamente a Sto. Tomás, ignorando -intencionadamente o no, no lo se- a San Agustín, San Benito, Sta. Hildegarda de Bingen y, todavía más grave, a San Francisco de Asis, que aporta una visión tan moderna de la naturaleza que justamente ha merecido el protagonismo en la encíclica del papa Francisco dedicada a estas cuestiones. En fin, quizá convendría que algunos analicen la historia medieval con un poco más de rigor y profundidad, alejándose de los tópicos. Diez siglos dan para muchas cosas, pese al colapso social que supuso la caída del imperio romano (¡¡el de Occidente, el de Oriente siguió activo hasta 1453, pero tampoco parece que aporte mucho!!.